La espuma de los días
seguía blanca
aleteándome los oídos
velándome los ojos
cual párpados.
La espuma cedería
en un impulso motor
aquiescente, sino brillaba
era por su esterilidad.
La espuma de nuevo
evocaría a Boris
al cual invité
otra vez, tras flotar
sobre los nenúfares
repletos de versos
ahogados en sueños.
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